Xabier Cabezón

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No he podido resistirme a transcribir este artículo escrito por Juan Mª Ansa Munduate, Primer Premio del "Concurso de artículos en castellano sobre «Montañas de Euskal Herria»" de 1990, convocado por la revista "Pyrenaica", de Euskal Mendizale Federazioa / Federación Vasca de Montaña. El artículo se publicó en el número 161 de la revista (1990, 4º trimestre, páginas 186 a 189). Las fotos son del autor del artículo. Sobre el nombre actual, existen también las formas Abadegurutz y Abade Kurutz. Véase también el artículo sobre la cruz de Abadekurutz. En la web Mendikat se describe esta cima.


Abadekurutz
Historia y leyenda de un cura de Leitza

Juan Mª Ansa Munduate

Madurando una idea

Ojeando la Pyrenaica N.º 159 en la que aparecían las bases para el Concurso de Artículos de este año 1990, nos dimos cuenta que un nuevo reto se presentaba ante nosotros. Se trataba de preparar un artículo sobre las «Montañas de Euskal Herria», pero partiendo de una premisa inicial: la de huir de las clásicas narraciones de una excursión que, aun sin perder su propio interés, no dejan de ser algo convencional. Por suerte no tuvimos que devanarnos en exceso los sesos, ya que la respuesta nos la dieron al unísono dos artículos comprendidos en la misma revista. Por un lado el análisis toponímico al que han sido sometidas nuestras montañas ante la nueva edición del Catálogo de Cimas, y por otro, la llamada hacia lo desconocido que el incombustible Kurt Diemberger nos trasmite en su exploración del valle de Shaksgam a orillas del Karakorum.

La decisión estaba tomada. Sin dejar de lado nuestra mochila, caminaríamos por una vez entre archivos y bibliotecas, procurando aunar el rigor científico que exige el tratamiento de la toponimia, con cierto espíritu de descubrimiento que nos conduce, dejándonos llevar por la imaginación, a esta modesta tarea investigativa. Mientras le dábamos vueltas a la cabeza madurando esta idea nos dimos cuenta que faltaba lo más importante...

El lugar elegido

Siendo conscientes de que, si exceptuamos el mundo subterráneo, el período de descubrir nuevos rincones en las montañas que nos rodean concluyó hace ya unas décadas, nuestras intenciones eran mucho menos pretenciosas, limitándonos a elegir un lugar conocido de antemano, por el que habíamos transitado en multitud de ocasiones, aunque sin haberle prestado, la mayoría de las veces, la más mínima atención. Se trataba de Abadekurutz, modesta cota de 980 m. de altitud, antesala de la conocida cumbre de Mandoegi y del contiguo Urepel, rey de la sierra con sus 1.056 m.

Las primeras veces en que logramos pisar su cima habían sido fruto de variadas travesías, que al igual que para otros muchos montañeros tenían origen en lejanas localidades guipuzcoanas como Hernani, Urnieta o Andoain, para finalizar en la villa papelera de Leitza. Ciertamente había pasado un tanto inadvertida para nosotros, quizá por hallarse situada una vez doblado el ecuador del recorrido, allá por donde nuestra mente, haciendo caso a los consejos de las piernas, en lugar de ver lo que nos rodea comienza a pensar en cómo llegar al punto de destino. Unicamente su nombre, bastante atípico para una montaña, dejaba entrever algún suceso histórico, ya que provenía de una pequeña y humilde cruz de hierro, que recordaba la trágica muerte de un clérigo en el entorno.

Cumbre de Baratzazarreta o Abadekurutz
Cumbre de Baratzazarreta (980). En muchos lugares de nuestra geografía la raíz «Baratza»
aparece unida al fenómeno megalítico de los cromlechs, forma de enterramiento que llegó
a Euskal Herria a través de los pueblos Celtas. En este caso también se da, posiblemente
no de forma circunstancial, esta doble coincidencia, ya que perdiendo altura en dirección O
encontraremos, hacia los 900 m. de altura, los restos de cuarcitas que formaban los tres
cromlechs de Abadekurutz, tristemente destruidos por la apertura del cortafuegos.
 

Cierto día, bajando de las cumbres de Iguzkizko muñoa y Baztarla, tuvimos ocasión de pasar junto al caserío Goiko Borda de Leitza, en el que entablamos conversación con su morador, amable baserritarra que gustosamente accedió a dejar sus tareas por un momento para poder atendernos. Entre pequeñas curiosidades montañeras salió a relucir la cruz de Abadekurutz, que él, hace ahora más de treinta años, junto con otros, por entonces jóvenes leitzatarras, habían vuelto a colocar en su lugar original por hallarse caída.

Una cosa estaba clara, el topónimo utilizado actualmente se derivaba de la primera colocación de la cruz, en fecha todavía desconocida por nosotros, por lo que anteriormente a la misma, la cumbre habría de responder por otro nombre, más aun teniendo en cuenta que la cruz se ubicó en la ladera O. y no en la cota más elevada, a la cual alcanzó el topónimo por extensión. Nuestra tarea se centraría pues, en rescatar de algún modo el topónimo original que designaba antiguamente a esta cumbre.

Abadekurutz, Apaizengurutze y Baratzazarreta

Las primeras consultas por tierras de Berastegi, Leitza, Goizueta y Arano resultaron un tanto infructuosas, aunque en este último pueblo pudimos percatarnos de que no utilizan el nombre de Abadekurutz para designar el lugar, sino el de Apaizengurutze, denominación que juzgamos más correcta habida cuenta de que (perdón por adelantarnos por una vez a los hechos) el fallecido era simplemente presbítero y no llegó a ostentar jamás la condición de abad.

Un segundo intento más serio nos condujo nuevamente a Goizueta, desde cuyo ayuntamiento nos pusieron en contacto con D. Bixente, párroco del pueblo, que rápidamente se brindó a colaborar en resolver nuestras dudas. Guardado con esmero, como si de una reliquia se tratase, nos mostró un plano realizado en Errenteria con fecha de 1-4-1863 y copiado de otro más antiguo, concretamente de 1792. En la parte inferior derecha queda representada la zona elegida, en la que aparecen las cotas más relevantes señaladas por un número, que después tiene su propia lectura en un lugar marginal del mapa. Así, el 39 corresponde a Mandoegi y el 11 a Leuneta, mientras el 40, situado entre ambos, nos revela el nombre de Barazazarreta, denominación que nosotros desconocíamos hasta el momento.

Contentos por nuestro hallazgo y tratando de corroborar «in situ» lo descubierto en el mapa logramos la inestimable ayuda de Julián, pastor de la zona, con el que quedamos citados para recorrer una tarde los lugares que nos interesaban. Gracias a su conocimiento pudimos recoger de paso la mayoría de los topónimos existentes en los parajes colindantes y que hemos querido reflejar en el mapa. EI lugar más bajo del alargado collado (842) que separa nuestra cumbre de la de Leuneta queda señalado por un mojón, al que se te conoce por Illasoroko mugarria, punto desde el que se comienzan a ascender las suaves laderas que nos conducen hacia Abadekurutz. A poca distancia, en la vertiente que mira hacia Goizueta, daremos con los restos de una prospección de mineral férrico, cuyos orificios se hacen perceptibles aún hoy en día, y que son conocidos un tanto pomposamente como Ezpondako minak.

Sin grandes dificultades llegamos a la cima (980), a la cual Julián, sin titubeos, no dudó en calificar como Baratzazarretako kaskoa, con lo cual despejaba definitivamente nuestra controversia. Al interrogarle sobre la ubicación de la cruz, nos hizo descender hacia el O. por la línea del cortafuegos que se prolonga hacia el alto de Deskarga, hasta que al filo de los 940 m. dimos con la senda que bordeando la montaña se dirige hacia el cercano Mandoegi. En la parte superior de este cruce de caminos nos mostró, incrustados sobre la roca, los restos metálicos que configuraban la base de la cruz, hoy desaparecida, y que dio lugar al tardío nombre de Abadekurutz.

Restos donde se encontraba la cruz de Abadekurutz
Roca sobre la que se encuentran incrustados los restos metálicos de la cruz que dio lugar
al tardío nombre de Abadekurutz.
 

Don Thomás de Arribillaga: entre la realidad y la leyenda

Aunque estábamos satisfechos por haber completado la labor inicialmente propuesta, una creciente curiosidad iba afluyendo de nuestros adentros impidiéndonos dar por finalizada la tarea. Hasta ahora habíamos dejado de lado, intencionadamente, un aspecto al que tarde o temprano tendríamos que tratar de dar una respuesta, y que probablemente el lector haya ido preguntándose a medida que iba desglosando estas líneas. ¿Quién era este clérigo? ¿Qué sucedió en este paraje? ¿Cuánto tiempo hace?... Viejos libros de archivos como los de Tolosa, Elduaien, Berastegi y Arano, nos vieron con cierta sorpresa husmear entre sus hojas y... hasta escucharon también algún que otro reproche por su falta de colaboración. Cuando estábamos dispuestos a renunciar a nuestro propósito, una mente algo más despierta que la nuestra comenzó a clarificarnos el horizonte. El bueno de Pontxio había localizado a nuestro personaje en el libro de fallecidos de la parroquia de Leitza y nos enviaba la siguiente cita:

Libro de Fallecidos (1716-1823). Folio 214

«A veinte y siete de Octubre de 1779 fue muerto con muerte violenta en jurisdicción de la Villa de Elduaien Guipuzcoa On Thomas de Arribillaga, Presbítero, natural de esta Villa de Leiza, e Beneficiado de la de Arano. y fue su cadaver enterrado en esta parrochial de Leiza a treinta y uno del referido mes de Octubre y para que conste, donde convenga. firmo io el Abad Dn Miguel Ignacio de Zabaleta.»

Ciertamente este cúmulo de noticias nos alegró de sobremanera, a la vez que supuso un notorio empujón para nuestros ánimos, que de nuevo nos lanzaron a la búsqueda de nuevos datos. Sabíamos el nombre del clérigo, la fecha exacta en que murió y la referencia de haber sido «con muerte violenta», aunque desconocíamos todavía los móviles y las personas implicadas en el suceso. A falta de escritos concretos que nos desvelasen este misterio tuvimos que recurrir a la tradición oral, aún a sabiendas de que un hecho acontecido hace más de 200 años y cuyas únicas referencias han llegado hasta nosotros a través de sucesivas generaciones, puede ir transformándose a lo largo de los años y perder gran parte de la credibilidad inicial. Conscientes de ello hemos querido reflejar las diversas versiones que circulan al respecto, recopilándolas tal como han llegado hasta nosotros y que dicen lo siguiente:

1. Dn. Thomás era un clérigo muy aficionado al juego de la pelota, y al parecer lo hacía bastante bien, ya que fue requerido por el pueblo de Arano para que participase en las fiestas. Durante el partido debieron circular algunas apuestas, con dinero de por medio, tanto a favor del clérigo como en contra. El partido finalizó con la victoria del mismo, lo cual supuso un duro quebranto económico para los apostantes rivales, uno de los cuales no encajó de buena manera la derrota, ya que sabedor del camino de regreso del cura, lo esperó en el paraje descrito anteriormente por nosotros y puso fin a su vida.

2. El referido Dn. Thomás compartía el tiempo y dedicación entre su villa natal de Leitza y la de Arano, de la cual era beneficiado. En esta última aldea, debido a su continua presencia, llegó a entablar gran amistad con el barbero del pueblo, con quien compartía sus muchas horas de ocio. En cierta ocasión, jugando una partida de cartas llegaron a apostarse una suma considerable de dinero, que a la postre fue a parar a manos del clérigo. El barbero, ofuscado por la cantidad perdida, decidió recuperarla lejos de la mesa de juego, por lo que se dirigió al monte y esperó a que su amigo el presbítero pasara por allí para acabar con su vida y apoderarse de nuevo del dinero.

3. También circula una tercera versión, aunque con menos insistencia, en la que se dice que Dn. Thomás, muchas veces presente en Arano, llegó a conocer a una joven del pueblo, la cual, al cabo del tiempo debió quedar encinta. Los familiares de la misma, indignados por el hecho, decidieron vengar tal afrenta actuando por su propia iniciativa, por lo cual dieron cuenta de la vida del cura en un lugar de la ruta que antiguamente unía a Leitza con Arano.

De estas tres versiones nos ha sido imposible el decantarnos definidamente por una, aunque alguna ofrezca mas verosimilitud que otras. Por ejemplo, la primera es difícilmente aceptable, al menos en su totalidad, ya que las fiestas de Arano se celebran en «Santiagos» y no corresponde con la fecha del suceso. Aún en el caso hipotético de que las fiestas hayan variado de fecha posteriormente no sería descabellado el pensar que las anteriores tuvieran lugar en «San Martines» teniendo en cuenta que la iglesia de Arano está dedicada a San Martín de Tours. La tercera tampoco ha podido ser constatada, ya que ojeando los Libros de Bautismo de Arano no hemos dado con el nacimiento de algún niño en esas condiciones durante los meses siguientes a los del suceso. Por contra, si algo cabe apuntar en el haber de la segunda versión está el hecho de que la persona que nos la refirió, dice habérsela oído contar de pequeño a su abuela, que según sus cálculos era nacida hacia el año 1860.

No tenemos, por tanto, en la actualidad datos consistentes que permitan inclinarnos, sin temor a error, por alguna de las versiones, aunque posiblemente la clave pueda estar en algún archivo eclesiástico o civil de Iruñea. Quizá el hecho incluso quede sin desentrañarse para siempre, envuelto entre el encanto de lo desconocido y que a través del tiempo vaya convirtiéndose en leyenda. En el fondo, pensándolo fríamente hasta puede que sea mejor así.

Croquis de los montes de la zona

Epílogo

Volviendo nuestros pasos hacia el inicio del artículo solo pretendíamos dar una muestra de que en las montañas de Euskal Herria quedan todavía varias formas de explorar y descubrir, animando a otros muchos montañeros para que se incorporen a esta tarea de añadir algún hecho curioso, un detalle más, una leyenda más, un hito insignificante, pero hito al fin y al cabo, de esa historia de nuestro pueblo, que lejos de escribirse en las biografías de personajes célebres, ha ido labrándose entre rocas y peñascos, permaneciendo oculta entre los pocos hayedos y robles que pueblan nuestras montañas. La cruz de Abadekurutz, que al parecer hoy en día reposa en el viejo desván de algún caserío de Berastegi, volverá de nuevo a las alturas, al lugar que le corresponde, allá donde, reseca por el sol, azotada por los vientos, envuelta entre nieblas y brumas, deje volar la imaginación del caminante que por estos lugares acierte a transitar.

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Nuestro más sincero agradecimiento a Joshé, Pontxio, Julián, Bixente y tantas otras personas por su desinteresada ayuda, sin la cual no nos habría sido posible componer estas líneas.


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