Xabier Cabezón

Estás en:  >>El Leitzaran   >>Prensa   >>Javier Meaurio 1

Artículo publicado por Javier MEAURIO en el periódico “El Diario Vasco” del día 26 de febrero de 1989 (págs. 6 y 7 del suplemento dominical).


Leizarán, ese desconocido

La autovía entre Guipúzcoa y Navarra, ha puesto de moda un valle que muy pocos han visitado

Javier MEAURIO

Arcos del acueducto de Ameraun
En la foto de Usoz, un tramo de la antigua vía del Plazaola, con un túnel al fondo.

490 años después, el antiguo camino de Belaurite, el paso de Navarra a Guipúzcoa por el Leizarán, ha encendido la mecha de una polémica que si en el pasado tuvo por contraria al proyecto a la villa de Tolosa, que defendía sus intereses económicos, hoy tiene por abanderado entre sus detractores al movimiento ecologista. En una Guipúzcoa que camina del verde al gris, ningún sendero de hierba por pequeño que sea es despreciable, aunque Leizarán tampoco es el valle que muchos imaginan. Solitario, angosto, repoblado de pinos hasta el abuso, este valle que se extiende desde Andoain al puerto de Urto en su parte guipuzcoana, ha sido castigado por la mano del hombre desde hace muchos años, y en sus caminos y en las aguas transparentes de su río, está escrita una parte importante de la historia de nuestra provincia.

DESDE San Lorenzo de Larre, Leizarán es un mar verde y gris azulado en cuyo fondo se adivina el brillo de una perla blanca. Es el río. El padre de este valle salvaje y solitario, perdido y olvidado en el limite sureste de Guipúzcoa. En realidad hay dos valles, dos leizaranes. Visto desde arriba impresiona. Desde Urdelar, San Lorenzo o Ipuliño asombra encontrar una masa de vegetación tan extensa absolutamente virgen, en la que únicamente los ruidos lejanos de las moto-sierras y las superficies peladas por la tala anuncian la presencia del hombre. Desde abajo, caminando por el trazado del antiguo Plazaola, que discurre paralelo ai río, la sensación es distinta. La angostura del valle ahuyenta al sol, y la humedad, a pesar de este invierno tan seco, se abriga en los huesos.

Es esta soledad deshumanizada el atractivo principal del Leizarán. Una soledad por otra parte falsa y engañosa ya que todo el valle está muy castigado por la acción del hombre, aunque no existan núcleos de población en él.

Los Aramburu, una institución en el valle

Si entramos a Leizarán por Urto, desviándonos a la izquierda después de pasar la antigua casa de Miqueletes, el primer edificio que nos saluda al paso es el de la antigua estación del Plazaola. Todavía estamos en Navarra y a la derecha se vislumbra a lo lejos el caserío 'Franki', cuna del bertsolari leitzatarra Manuel Lasarte. Siguiendo el camino que nos conduce al corazón del valle, en unos pocos metros alcanzamos la provincia de Guipúzcoa, y allí junto al río, y compartiendo el terreno con la central eléctrica, está el caserío 'Plazaola' hogar de la familia Aramburu.

«Yo no he nacido aquí, me trajeron de invitada», dice con gracia María Rosario Martirena, «pero mi marido José, que tiene 52 años, lleva toda la vida habitando en este caserío, y antes lo hicieron sus padres y sus abuelos».

María Rosario es la mujer de la casa, en la que además del matrimonio, viven sus dos cuñados, Agustín y Joaquín, trabajadores de papelera 'Sarrió', aunque el mayor está ya jubilado. «Nosotros hemos conocido épocas muy distintas en el valle, ahora parece muerto sin gente, pero cuando funcionaba el tren esto era un mundo». José, el marido, trabaja en la central 'Plazaola 1', una de las eléctricas que siguen abiertas. Ahora, con el tema de la autovía, los Aramburu están preocupados. «Seguiremos viviendo aquí, desde luego, ¿a dónde vamos a ir si no?. Pero creo que lo van a destrozar todo, y no vamos a tener sitio ni para movernos», nos dice María Rosario. Su cuñada, que está de visita en la casa, no es de la misma opinión. «Yo quiero que construyan la autovía. Tengo al hijo trabajando en Usúrbil y todos los días tiene que ir y volver a Leiza. Con la autovía estará antes en casa». Su nuera María Teresa sonríe divertida ante esta discusión entre cuñadas.

Familia Aramburu en el caserío Plazaola
María Rosario Aramburu, Txomin Zubillaga, María Rosario Martirena, su sobrina y una amiguita, en el caserío Plazaola, límite de Navarra y Guipúzcoa. (Foto Usoz)

¿Y a dónde llevo ahora a las ovejas?

Txomin Zubillaga, un leitzatarra de 50 anos, está presente también en esta charla. Trabaja río arriba en la central eléctrica 'Plazaola 2' y con las ovejas en el monte, aunque no vive en el valle, sino en el mismo Leiza, capital de la Basaburua mayor. «Yo no sé que voy a hacer ahora con las ovejas. No voy a tener ni sitio para andar por el monte ya que la autovía va a destrozar toda la zona de Areso y Gorriti». A Txomin no le convence la idea de que la nueva carretera sea necesaria. Su vida transcurre en el valle, alejado de aventuras viajeras.

Desde el caserío Plazaola, dejando a la derecha al monte minero Bizcost, y después de pasar por la central eléctrica donde trabaja Txomin, el siguiente caserío habitado es Mustar, allí vive Javier Díez Mikelez, un mutilzar navarro de 55 años, uno de los guardas de Papelera Zikuñaga, que es propietaria de una tercera parte del valle. El camino sigue zigzagueante atravesando túneles, y cruzando puentes sobre el río hasta llegar a Ameraun, otra central eléctrica en funcionamiento con caserío cercano, aunque sin habitantes. El guarda Javier es quien se encarga también de vigilar la marcha de esta central. Seguimos en territorio del municipio de Berástegui, que pronto abandonaremos sin encontrar otros indicios de vida humana que los ya mencionados.

Una pagoda china por gallinero

Beines es un caserío atípico. En el corazón del valle, ya en tierras de Elduayen, cuna del cura Santa Cruz, son sus moradores los que hacen especial a la casa, rompiendo la clásica imagen de la familia baserritarra.

Hace seis años siete jóvenes, de entre veinte y treinta años, optaron por vivir en la tranquilidad del campo y compraron el caserío. Hoy los siete se han convertido en nueve, y los dos nuevos inquilinos, Bixi de cuatro años y Aritz de dos y medio, se han criado y crecido en la grandiosa soledad del valle. Viven de lo que da la tierra y de trabajos temporales que realizan en su pueblo, Andoain, donde han nacido todos menos una de las chicas que es de Barcelona. «Esto es muy tranquilo, aunque los fines de semana, y con la moda de las bicicletas de monte, se empieza a ver bastante gente por el camino hacia Leiza», dice Juan Ignacio Irulegui. Este andoaindarra de 34 años es el primer habitante de Beines que hemos visto desde el otro lado del río, que es necesario vadear para llegar al caserío. Juan Ignacio se presta amablemente al diálogo. Junto a nosotros se sienta también Xare Otaño que acaricia con cariño a la pequeña Bixi. Los demás miembros del grupo se calientan junto a la chimenea, o están fuera trabajando la tierra. Rodeados por el gato y por el perro, que se enredan en nuestras piernas, la charla mantenida en la penumbra, ya que en la casa no hay luz, nos termina llevando a un tema imposible de obviar: la autovía. «Es una cabezonería, un empecinamiento de querer hacer una carretera más», dice Juan Ignacio. «En un territorio como Guipúzcoa plagado de carreteras, por ahorrarse unos minutos, van a destruir un valle que es una de las pocas zonas vírgenes que nos quedan, y el desastre ecológico va a afectar principalmente a las zonas altas que es donde están los mejores pastos, y los lugares más bellos del Leizarán». Los otros habitantes de la casa piensan lo mismo que Juan Ignacio, e intuyen que los cambios que la construcción de la autovía introducirá en ei valle, les obligarán a abandonar Beines. «Esto va a cambiar mucho. Al principio es la autovía pero luego querrán construir accesos, y el ruido, y el ver a los coches volando a lo lejos por encima de nuestras cabezas no será nada agradable y convertirá a este lugar en algo distinto a lo que nosotros buscábamos para vivir». Abandonamos Beines y su gallinero, que recuerda una pagoda china, camino de Olloki.

Las mil escaleras

Olloki fue el centro del valle, con su estación, la fábrica y la central. Incluso los domingos se celebraba misa a la que acudían los que vivían o trabajaban en la zona, siendo así lugar de encuentro, de convivencia y reunión. Hoy en Olloki hay un par de caseríos que sólo están habitados en verano y algunos fines de semana. Después de Olloki, en Intxubi, está el caserío del segundo de los guardas de papelera Zikuñaga. Claudio Escandón es un santanderino de 52 años. Está casado con una mujer de León, Sabina, y junto con sus tres hijas, vive en Andoain, aunque durante el día trabaja en Intxubi y en el valle. «Por lo general viene a casa a dormir», nos dice Maria Rosario, la segunda de sus hijas, de 19 anos, «pero cuando algún animal va a parir o se pone enfermo, o a veces cuando se le hace muy tarde, se queda a dormir en Intxubi». Sobre la autovía Maria Rosario, también tiene su opinión: «Hombre, el valle está ahora muy descuidado, y si después de la autovía arreglan como dicen los caminos, a mi padre le vendrá muy bien, ya que tiene que andar mucho por el monte en muy malas condiciones».

Túnel a túnel y puente a puente vamos devorando los 22 kilómetros que separan Urto de Andoain, y las rocas de Bertxin nos anuncian una zona del valle más poblada. Ahora el río corre abajo, a la izquierda, más alejado del camino. Las dos últimas centrales eléctricas nos salen al encuentro. Bertxin, la de las quinientas escaleras que separan la casa del canal, ha sido modernizada el pasado año. En Bertxin, viven Juan Carios Zubieta y Mari Carmen Arzadu, un matrimonio sin hijos. Juan Carlos es de Goizueta y tiene 37 años y Mari Carmen que tiene un año menos de Aia. «Parece que había que construir una carretera, ya que según dicen la comunicación entre Navarra y Guipúzcoa está muy mal. Daño, seguro que le va a hacer a alguno. A nosotros la verdad la autovía nos queda un poco lejos, ya que entrará al valle por arriba, por detrás nuestro, por la zona de Loatzo desde Aduna».

Un poco más adelante y separada por el río se encuentra la otra centra1, 'Leizarán', propiedad de Iberduero, comunicada con el mencionado canal por un camino de mil escaleras. Aquí viven Alejandro e Isabel y sus tres chicos. El mayor cumplirá trece anos en Mayo, y junto con sus dos hermanos acude a diario a la escuela, ya que Andoain está a sólo cuatro kilómetros de distancia.

El paisaje va cambiando y a medida que nos acercamos a Andoain se va urbanizando. Dejando atrás la piscifactoría, 'Presaburu', otro par de caseríos y un chalet, llegamos al Parque de Otita, zona recreativa del ayuntamiento de Andoain. El camino se ha hecho carretera, y tras una gran curva a la derecha, el bien cuidado caserío 'Sagamuño', y el humo de las papeleras al frente, nos anuncian Andoain donde el río Leizarán muere en un Oria contaminado. El viaje ha terminado. Atrás quedan treinta túneles y diecisiete puentes y una sensación de haber pasado por un valle mágico, agreste, salvaje y deshumanizado.

Acueducto de Ameraun
El acueducto de Segovia en mitad del Leizarán, entre Plazaola y Mustar. (Foto Usoz)

El futuro del valle

Sin contabilizar la zona comprendida entre Urto y Leiza, que también es Leizarán, ni la más próxima a Andoain, con núcleos de población importantes; el valle está prácticamente deshabitado, como hemos podido comprobar a través de este viaje. Además del camino descrito, se puede realizar una travesía por la pista que desde Villabona, por Urdelar, San Lorenzo e Ipuliño bordea el Leizarán por el suroeste. Es un recorrido inolvidable, un balcón privilegiado a los valles de Leizarán y Berástegui, y muy próximo a lo que será el itinerario que seguirá la autovía, una autovía cuyas obras se quiere que comiencen este mismo año.

En este momento Leizarán es un valle olvidado y salvajemente explotado por el hombre, que lo repobló de pinos en la década de los cincuenta. Ahora, la autovía va a desfigurar su actual fisonomía, pues sin entrar a criticar o alabar el proyecto, el impacto ambiental va a ser muy fuerte. Esto es obvio. Después de la autovía, la Diputación pondrá en marcha un plan de aprovechamiento del valle, mejorando sus accesos y caminos, creando zonas recreativas, y en general, regulando su explotación y uso, de forma que pueda ser utilizado y disfrutado por los que lo visiten. Planes parecidos se aprobarán pata otros valles de Guipúzcoa. El primero de la lista será Jaizkibel, para lo cual se ha encargado un estudio a la sociedad Aranzadi que estará terminado dentro de dos meses y que marcará la pauta de lo que se deba hacer en el resto. Después de Jaizkibel, le llegará el turno al Leizarán.

Nos enfrentamos así a un futuro que cambiará totalmente el aspecto de un valle, que por ese mismo motivo, merece la pena conocer cuanto antes.


Estás en:  >>El Leitzaran   >>Prensa   >>Javier Meaurio 1

 


Xabier Cabezón - licencia CC-BY-NC-SA

Vía verde del Plazaola    

¿Dónde está el Leitzaran?    

Comer y dormir    

Mapa de este sitio web 

https://www.facebook.com/leitzaran1    Seguir a @leitzaran